Por ANTONIO J. SÁNCHEZ
Iba a pedir que habláramos de las migraciones, tema importante, de “moda”…Pero interpretar y reflexionar sobre las migraciones obliga a detenernos antes en la realidad que está de telón de fondo de ellas: la demografía, y a pensar sobre esos procesos desde la visión del comportamiento demográfico (1).
La estructura demográfica resultante del viejo baby boom, las contenidas pautas de natalidad, la emigración de una parte destacada de sus jóvenes más capacitados…conduce a que la sociedad andaluza asista y viva un proceso nuevo para ella: envejece a pasos agigantados, pese a incorporar ya un 9,3% de población nacida en otros países, realidad que cuesta visualizar.
No somos ya una comunidad joven, poco formada, inquieta, con valores más o menos igualitarios, dispersa por casi todo el espacio andaluz. Y dentro de quince, veinte años seremos una comunidad notoriamente más envejecida que ahora, quizás poco formada si persiste la actual e importante corriente migratoria de los andaluces jóvenes más preparados hacia el exterior, concentrada en barrios urbanos y en el litoral, previsiblemente conservadora, quizás miedosa… No estoy muy seguro de que la sociedad y las instituciones andaluzas estén pensando de manera efectiva en cómo convivir con ese envejecimiento, con las nuevas necesidades que genera, con los requerimientos que dejará de precisar…, en definitiva, en cómo gestionarlo.
Reconocer cómo va a ser nuestra población en las próximas décadas a resultas de todos esos cambios es determinante para encuadrar de forma realista cualquier reflexión sobre nuestro futuro.
Y aquí entra en juego la inmigración, puesto que los pocos factores previsibles que pueden alterar esos rasgos vendrán de la migración, no tanto de acomodados extranjeros de la UE asentados en nuestras costas sino de los extranjeros no UE (de África, de Latinoamérica, quizás de Oriente próximo…). De su mayor o menor volumen dependerá la dimensión de la población (previsiblemente estancada hasta 2040 incluso manteniéndose los actuales flujos migratorios en las dimensiones actuales, y que tras esas fechas presumiblemente se reduciría); dependerá la dimensión del contingente de activos; dependerá la continuidad de nuestra agricultura intensiva y del turismo; dependerá la disponibilidad de recursos para atención a los servicios y en particular a los mayores; dependerá el conocimiento y la capacitación que disponga nuestra sociedad….
De no poner en pie unas fronteras insalvables (que por definición no tendrían éxito) es de esperar, por el bien de todos, que continúen llegando otros vecinos, de otros países, costumbres, color, religión…, a cuidarnos, a cubrir los trabajos que ya no se ocupan porque no hay quien pueda o quiera hacerlo…, y lo harán previsiblemente cada vez en mayor número, dado que la dinámica poblacional de buena parte del mundo, particularmente de nuestra vecina África, es muy activa.
la inmigración supone un fenómeno enteramente nuevo para la mayoría de nosotros, un cambio drástico, en pocos años, protagonizado por personas con quienes ha habido escaso roce y prácticamente ninguno en pie de igualdad. Supone acaso un proceso “sin final”. ¿Cómo conviviremos con él?
Según como sea esa deriva demográfica nuestra sociedad abordará de una u otra forma buena parte de los retos sociopolíticos actuales: nuestra propia convivencia (no olvidemos que buena parte de la migración se concentrará en zonas donde los residentes actuales presentan una actitud poco integradora), nuestras formas de vida (una “convivialidad” fundada en gran medida en la familia y en la religión dará cabida a otras formas de relación, otros modelos familiares, otras religiones…hoy por descubrir), nuestras actitudes políticas (¿los migrantes adquirirán una “identidad” andaluza” …?; ), las actitudes ante un Estado plural (regional, federal, central…), las pautas de construcción de una sociedad del conocimiento (unos migrantes que previsiblemente valoren y apuesten con más energía que los locales por fortalecer y hacer valer sus capacidades…
Pensar en el futuro de Andalucía a corto y medio plazo -porque pensar en los treinta y/o los cuarenta es pensar a esos horizontes, ya cercanos- obliga a detenerse en esas cuestiones y tratar de hallar algunas respuestas sobre cómo construirnos desde una diversidad (y desde una vejez) a la que no estamos acostumbrados y para la que nadie nos prepara.
Todo ello nos sitúa además en un marco de profunda novedad; no estamos en una Bélgica, un Reino Unido, un País Vasco o una Cataluña hechos a recibir inmigrantes desde hace muchas décadas, que convivieron y trabajaron además en condiciones de semiigualdad con los belgas/ingleses/vascos/catalanes más desfavorecidos. Aquí la inmigración supone un fenómeno enteramente nuevo para la mayoría de nosotros, un cambio drástico, en pocos años, protagonizado por personas con quienes ha habido escaso roce y prácticamente ninguno en pie de igualdad. Supone acaso un proceso “sin final”. ¿Cómo conviviremos con él?.
Valgan estas cuestiones para una reflexión sobre una variable envolvente de cuantas preguntas y reflexiones nos hagamos sobre todos los aspectos que interesan para nuestro futuro, porque esas cuestiones se interesan por aclarar “de quien hablamos cuando decimos «nuestro»”, ¿quiénes serán esos «nuestros»?, ¿esos “nosotros”?..
- El Defensor del Pueblo español ha considerado la demografía del país un asunto lo suficientemente relevante como para que conforme el estudio central (“La situación demográfica en España. Efectos y consecuencias”) de su Informe de 2018, presentado este año.
ANTONIO J. SÁNCHEZ LÓPEZ ha trabajado en la Junta de Andalucía y en la empresa privada en proyectos relacionados con el desarrollo agrario e industrial.
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