Por JUAN F. OJEDA RIVERA
La precisión y discriminación semántica nos obliga a distinguir entre dos series de conceptos que -situados en planos diferentes, pero que conciernen al objeto de nuestra sintética reflexión- pueden llegar a usarse comúnmente como indistintos:
• Sencillo – complicado; simple – complejo:
Lo complicado es un sumatorio de elementos sencillos, que puede
descomponerse para ser analizado y entendido (desde una mesa a un
ordenador). Lo complejo no puede descomponerse para ser comprendido en su simple totalidad, ya que no es la mera suma de elementos (desde un paisaje a un acto comunicativo o a una cultura).
Resulta más fácil el análisis mecánico y sencillo, pero cuando se aplica a un
sistema complejo, este se complica y no se acaba de comprender como tal
sistema: “Toda realidad compleja analizada, diagnosticada y gestionada como sumatorio de elementos sencillos tiende a convertirse en una realidad
complicada” (Edgar Morin) Comprender un sistema complejo sin descomponerlo en elementos, sino intentando encontrar el núcleo de sentido o de significado que muestre sus interacciones y sus posibles emergencias es, probablemente, el trabajo intelectual más difícil y más valioso que pueda llevarse a cabo. Y es el propio de las Humanidades, cuyos objetos son complejos: un acontecimiento histórico, un acto comunicativo, una obra creativa, un paisaje, un comportamiento social, una reflexión filosófica, una cultura.
Cuando hablamos de cultura o de interculturalidad nos estamos refiriendo, por lo tanto a unos asuntos complejos, que deben ser comprendidos en su totalidad, para poder ser diagnosticados y gestionados rigurosamente.
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Juan F. Ojeda Rivera ha sido Profesor titular de Geografía en las universidades de Sevilla y Pablo de Olavide de Sevilla.
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