Por Antonio PORRAS NADALES
[Este texto se presentó en el Congreso sobre la transición en Andalucía, celebrdo en la Universidad de Cádiz, 24 abril 2001]
El estudio de la transición democrática española se ha convertido ya, a comienzos del siglo XXI, en una materia de estudio propia de la Historia contemporánea. Cabría decir que afortunadamente, en la medida en que una rigurosa perspectiva histórica debe permitir una mayor serenidad de criterios y de valoraciones, al mismo tiempo que habilita el acceso a nuevas fuentes documentales, memorias de protagonistas y otro material analítico que complementa la elaboración científica. Es posible incluso que, a partir de este nuevo y enriquecedor desarrollo científico, haya que proceder a rectificar algunos tópicos, visiones reduccionistas, o interpretaciones más o menos “modélicas” que, desde perspectivas fundamentalmente politológicas o constitucionalistas, han llegado a hacer de la transición española un auténtico “paradigma” histórico, es decir, un modelo estudiado al nivel comparado y divulgado como un supuesto modélico y ejemplar exportable a otros países y procesos posteriores.
La coincidencia del proceso de la transición democrática (entendida en sentido riguroso, como paso de una dictadura a una democracia) con el paralelo proceso de configuración de un nuevo modelo territorial de Estado, permite adicionalmente multiplicar los ámbitos de análisis y los criterios de enfoque. La transición sería así, en realidad, la superposición de un conjunto de diversas “transiciones” que en algunos casos, como en Andalucía, revistieron una especial intensidad en cuanto a nivel de conflictividad política y de activismo social, permitiendo a costa de una fuerte movilización popular, rectificar a lo largo del mismo proceso algunos de los modelos iniciales implícitos en el propio diseño constitucional sobre la forma territorial del Estado, adoptando en consecuencia una dimensión de tipo paraconstituyente.
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